BY ELENA TAMARGO
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD
La comedia Fugadas, original de los dramaturgos franceses Pierre Palmade y Christophe Duthuron, de tono agridulce, ligera y agradable, se presenta en la sala Teatro 8, en Miami, bajo la dirección de Marcos Casanova.
Fugadas es una fábula sobre las ganas de vivir la vida, un alegato a favor de nuestras ilusiones, lleguen cuando lleguen.
Dos mujeres que huyen de sus vidas se encuentran en la carretera haciendo autostop. Anhelan comenzar de cero y tendrán, sin sospecharlo, una experiencia inolvidable. Carmen (Marta Velasco) y Marga (Paulina Gálvez) no se conocen, pero una noche ambas deciden hacer lo mismo: fugarse. Cada una tiene sus motivos. Carmen es una anciana llevada a un asilo por su hijo, quien no aprecia los valores, la vitalidad ni los deseos de vivir de su madre. Marga, por su parte, es una desvivida ama de casa con una hija y una familia que nunca la ha tomado en cuenta. Una vez que su hija ha cumplido la mayoría de edad, Marga concibe la posibilidad de abandonar el hogar para volver a experimentar la sensación de estar viva.
Fugadas es una especie de road-movie con dos heroínas muy particulares que, mientras hacen su largo viaje lleno de peripecias descubren la esencia de la amistad. De sus disputas, desgracias y momentos de felicidad, nace una relación que durará y cambiará sus vidas para siempre.
Utilizando las herramientas del humor amable y la sensibilidad social, la obra hurga en la amarga pulpa de la insatisfacción, la falta de perspectivas, el desamor y la sorda rutina en que transcurren los años de muchas mujeres maduras o ya francamente mayores. Fugadas se resuelve en una sucesión de escenas que tienen la consistencia de cuadros de una televisiva comedia de situación. En cambio, su textura es áspera y tras las risas del público, cuaja la meditación sobre un accidentado viaje a ninguna parte, sobre el sentido de esa doble fuga de la vida y hacia la vida, que no es otro que la voluntad de dos mujeres para alcanzar el derecho a seguir siendo ellas mismas.
Casanova realiza un limpio ejercicio de dirección que se acomoda muy bien al texto con el que trabaja. La escenografía, también de Casanova; el diseño de luces de Pedro Remírez, y los audiovisuales, otorgan a la puesta una divertida pátina de viñeta de cómic. La moraleja no ofrece lugar a dudas: nunca es tarde para hacer en la vida aquello que siempre hemos querido hacer.
Velasco y Gálvez, ambas con un convincente sentido interpretativo, se sumergen en sus papeles como si hubieran sido escritos para ellas. Dos actuaciones que conmueven y nos hacen recapacitar acerca del objetivo del teatro: la reflexión y la introspección; en este caso, por medio de una aparentemente simple obra en clave de comedia, escrita por dos jóvenes consagrados dramaturgos, y dirigida por el reconocido actor y director que es Casanova. •
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